Si rondas los 30, seguramente no hayas recibido mucha educación emocional ni sexual en tu infancia y adolescencia. Eso nos afecta en nuestro día a día mucho más de lo que piensas. A veces los problemas se crean durante la relación, pero en otras ocasiones, ya venimos con una mochila a cuestas de serie.
En general, tenemos una tendencia a echarle la culpa al otro y caer en un rol de víctima. No nos han enseñado a responsabilizarnos de nuestras acciones o del ‘por qué’ hemos elegido a esa persona en un principio.
La terapia de pareja solo puede beneficiarte. O fortalece o rompe. Sé que puede sonar muy duro y ahora mismo si estás leyendo esto y lo que quieres es salvar tu relación, puede que te haya echado para atrás. Pero como uno de los valores es la honestidad, tengo que serle fiel en todo momento.
Si esa persona es para ti, este proceso fortalecerá las bases y aprenderéis a comunicaros desde la empatía y la asertividad, y si no tiene que ser, mejor terminarlo ahora que arrastrar la ruptura durante meses o años y vivir en un engaño lleno de oscuridad.
Sea cual sea el resultado, os liberará a ambos. O a los que forméis parte de ese vínculo, claro.
Podría escribir mil situaciones, pero si has llegado hasta aquí, seguramente ya tengas varias escritas en notas del móvil de las veces que has intentado hablarlo con tu pareja y no ha llevado a ningún puerto.
La mayoría de parejas, por no decir todas, tienen retos que no saben afrontar. Aunque os complementáis, sois personas distintas con mapas mentales distintos. La información y las emociones las procesáis de una manera completamente diferente, el problema es que ante una situación siempre cometemos los mismos errores y es; forzar a que la otra persona vea las cosas exactamente igual que tú e intentar solucionar el problema desde el mismo lugar desde el que se creó.

Por lo general, una de las partes siempre está más predispuesta a empezar un proceso de terapia que la otra. Si una de las dos personas no viene con actitud de abrirse y solucionar, no vale de nada que me cojáis cita. Lo digo con total honestidad. No intentes convencer a nadie de ir a terapia. Es algo que se tiene que acordar entre ambas partes y tiene que haber una predisposición al trabajo personal.
También te digo, que resistencias siempre van a haber en cualquier tipo de proceso individual, grupal o de pareja, eso es normal. Al cerebro no le gustan los cambios, y aunque de una manera consciente quieras trabajar una parte de ti, tu mente siempre querrá encontrar la manera de volver a aquellas conexiones neuronales que ya conoce.
Por eso, el compromiso por ambas partes es fundamental. Es un proceso y sois personas diferentes, por eso quiero que tengas presente que es posible que uno avance antes que el otro, aunque los roles pueden cambiarse en cualquier punto inesperadamente.
En nuestra primera cita, nos conocemos, me contáis vuestra situación y entre todas las partes, vamos dibujando un plan en el que los dos os sintáis a gusto. Puede que viváis momentos incómodos y dolorosos, pero el espacio que me gusta crear es amable con cada uno de vosotros. Os tenéis que sentir a gusto viniendo a las sesiones y viendo el avance que hacéis después de cada cita.
Yo no estaré en vuestro día a día, así que es vuestra responsabilidad, hacer ‘los deberes’ que os proponga para notar una evolución más rápida. De nada sirve venir a terapia una hora a la semana, si luego volvéis a casa, os olvidáis de todo y caéis en las mismas dinámicas.
Así que, si sentís que estáis ambas partes dispuestas a indagar en cada uno y reflexionar sobre ‘cómo habéis llegado al punto en el que estáis’, cogedme cita y así nos vamos conociendo.